AGRADECEMOS que otros ojos miren las cosas, las ciudades, las personas que hemos visto nosotros también, que nos descubran lo que no pudimos o supimos ver.
Ayer, en un evocador texto que tenía algo de los clásicos de la vanguardia de los años treinta (pensemos en Le Piéton de Paris de Léon-Paul Fargue), Antonio Muñoz Molina nos mostraba su Ámsterdam, y días atrás se tropezaba uno en los cuadernos de Miseria y compañía, que se escribieron en 2004 y transcribo ahora, con algunas anotaciones sobre esa ciudad en la que estuve apenas unas horas.
Asegura AMM que "bastantes ciudades empiezan bien, pero casi todas acaban mal", pertinente observación que señala cómo a medida que nos vamos alejando de los centros históricos de las ciudades, más o menos cuidados, estas empeoran indefectiblemente (y acaso por eso mismo, qué grato llegar a cualquier parte en tren, atravesando suburbios y barrios periféricos, embalsamados en fealdad y presente, y arribar donde nos espera un centro ennoblecido por el pasado, y tanto más fascinante cuanto más vivo).
Por razones que no vienen ahora al caso, Ámsterdan no acabó mal para mí, pero no empezó bien: viajaba solo.
Quédense, junto a la gratitud por el artículo que le ha despertado a uno estos recuerdos, el relato de aquel efímero viaje en ese nuevo tomo del SPP que pronto verá la luz, y aquí estos versos que escribió uno como si fuesen una tarjeta postal, bastante funérea por cierto y que por suerte se quedó sin franquear, sentado en la terraza de un café en un angosto canal, viendo ponerse el sol y entrar la noche, acordándome de Spinoza y otros lapidarios y talladores que nunca pudieron regresar a su patria. Aquel día el holandés errante parecía que fuese yo.
DE PASO
Los canales sombríos; las gabarras
donde vive la gente junto a flores
que tienen prisioneras y que riegan
con teteras pequeñas, como a convalecientes;
las callejuelas grises; los libreros de viejo
y las pobres mujeres de la vida que fingen
con un libro en la mano estar leyendo
en su estrecha cabina de cristal,
mientras acaso piensan sin fingir
que la carne es más triste a la luz de un neón;
las tiendas de anticuarios; los joyeros
que se pasan la vida contando los diamantes
con un ojo de nécora incrustado
en sus caras rosadas de cigala;
los tranvías que valsan marchas fúnebres
con muchachas de barrio que vuelven del trabajo
en silencio, mirando también tras el cristal;
los timbres de las bicis como grillos
y el ruido de las bicis corruscante
sobre los adoquines, y el olor
que está por todas partes a brea y a vinagre
y que llega hasta aquí, hasta este Café.
Me ha sonreído un niño en holandés
sin que pudiese yo corresponder,
sin que me diera tiempo. ¿Eso por qué?
¿Por qué de la belleza de Ámsterdam
yo sólo reconozco mi tristeza,
que allá por donde va, va haciendo patria?
En los brazos oscuros de ese canal me duermo
mientras la luna teje en el agua su nana.
(2004)
AMM, como le ocurre a otros colegas, se equivoca al arrogarse la facultad de hablar sobre el bien y el mal, como si desde su condición de insigne novelista estuviera investido de la orden de la sabiduría.
RépondreSupprimerUna cosa es alcanzar el prestigio de escribir a un muy alto nivel (admiro a AMM) y otra es asomarse a los periódicos desde el púlpito de su columna para opinar sobre política, filosofía, arte, soluciones a la crisis y cualquier otro aspecto de la vida humana que haya que criticar ese sábado. O, dicho de otro modo, ser buen escritor no supone expresamente ser inteligente.
Quien quiera asumir la responsabilidad ética de crear opinión debe expresarse con el rigor que proporciona el conocimiento de causa. El citado artículo donde AMM se escandaliza de los horrores cometidos en los últimos años en los arrabales,con toda lo aceptable que en algunos párrafos resultaba, pecaba de la frivolidad propia del que solo puede alcanzar una impresión superficial. Apostatar, como hizo con carácter general, de la infiel arquitectura de los ensanches, es incurrir en una visión parcial e ignorante. En cada momento se hizo lo que las muy complejas circunstancias permitieron, diría yo, sin pretender la exculpación de algunos grandes pecadores.
Cuando asisto a un concierto me asombra escuchar a quienes han descubierto errores del primer violinita en la interpretación de una sinfonía o en la entrada del barítono. Yo, con no pocos conocimientos de música, no me atrevo a tanto.
En cuanto a su poema, Andrés,los que conocemos bien Amsterdam lo estamos leyendo como si tuviéramos delante una fotografía de la ciudad: ajustado en su medida y evocador de emociones juveniles.
Buen lío se ha hecho señor Cancio. No es la primera vez que le sucede. Usted tiende a embriagarse con las palabras.
SupprimerMIRTA IZAGUIRRE
ROSARIO - ARGENTINA
Quizá también usted se encuentre capacitada. desde Argentina, a pontificar sobre los ensanches de las ciudades españolas. Creo que desconoce el citado artículo de AMM, publicado antes que el de Amsterdam y está metiendo la pata.
SupprimerEn cualquier caso, soltar impertinencias escondida en el anonimato no es demasiado elegante.
Y siga con el mate, que eso no embriaga.
La mejor descripción que conozco de la Rotterdam pre-apocalipsis (incluso las de los holandeses) es por casualidad de un español, para mí el único con esa capacidad en aquella época: Baroja en Las ciudades. Pero esto ya lo sabrás.
RépondreSupprimer"¿Por qué de la belleza de Ámsterdam
RépondreSupprimeryo sólo reconozco mi tristeza,
que allá por donde va, va haciendo patria?"
(Hermosos versos) Pues porque, allí donde uno va sigue siendo uno mismo (Uno va con su cuerpo, y su alma, a todas partes). Porque se puede cambiar de sitio con cierta facilidad, pero cambiarse (autocambiarse)... eso ya es más complejo. Digamos que mudar es fácil, pero mutar no.
Nadie sabe si la tristeza de aquel día que empañó la postal holandesa, el souvenir turístico, no estaba en realidad mostrando la misma ciudad que veían las muchachas de barrio, las putas, los joyeros, los anticuarios, los ciclistas, los libreros…
RépondreSupprimerHermoso poema.
gracias por el poema, tan precioso.
RépondreSupprimer...una tristeza que va haciendo patria... me encantó eso, por el contraste de ese jardín de la alegría que la sonrisa de un niño holandés evocó antes.
saludos blo
Dudo de que Mirta Izaguirre desconozca el artículo de AMM pero, por si acaso, aquí está, para poder constatar que no tiene nada que ver con el comentario de Cancio
RépondreSupprimerhttp://cultura.elpais.com/cultura/2012/09/12/actualidad/1347446512_250585.html
De cualquier forma, el poema de AT me parece precioso y evoca el olor que debe de tener su taller de artesano donde está creando el nuevo volumen del SPP.
Gracias de nuevo Andrés por el poema y la entrada, Carlos
Otro personaje anónimo metiendo la pata. Me he referido al artículo de AMM publicado en El Pais del 21 de julio, titulado "El viaje de estudios".
SupprimerY, por favor, además de rigurosos seamos un poco educados con los contertulios de este foro y con su anfitrión. No se merecen una polémica tan aburrida.
Permítame decirle que está pelín irascible hoy, señor Cancio. Mate...ajo y agua
SupprimerComo no va a opinar un escritor de política , seria un cobarde si no lo hace . Ser un buen escritor requiere ser muy inteligente, creerse un buen escritor no vale , tienen que refrendarte los lectores . Cierto que la industria editorial crea " fenómenos " ya que necesitan ganar dinero .
RépondreSupprimerLa nécora es un crustáceo migratorio aunque no errante . Un poema muy sencillo y bonito , también hay Cafés que huelen a cáñamo .
Chao
Admirose un leonés
RépondreSupprimerde ver que en su tierna infancia
todos los niños de Holanda
sonríen en holandés.
¡Arte diabólica es!,
dijo llamando al podenco,
que sonreír en flamenco,
un fidalgo de León,
no lo aprende ni en Catón,
y aquí lo hace un enclenco.
Nicolarás Fernández de Morrotín