LA noticia de que desposeerán de sus siete tours al ciclista Lance Armstrong es apabullante, pero acaso convendría que la explicaran mejor. Para empezar, no parece fácil vivir sin drogas en sociedades que no sólo no pueden prescindir de ellas, sino que las favorecen y ensalzan: ¿no somos todos drogadictos en una u otra medida? Probablemente una gran parte de las personas decentes del mundo no pasaría un control antidopaje en su oficina, en su Vaticano o en su Casa Blanca: ansiolíticos, calmantes, antidepresivos o medicamentos que los deportistas no pueden ni oler, por no mencionar aquellas drogas que están fuera de la ley, pero no del mercado, accesibles y proliferantes, están a la orden del día. La pastilla que a usted o a mí nos ayudaría a atajar un catarro podría arruinar la vida de un deportista y privarle de las recompensas obtenidas con el esfuerzo extremo y sostenido durante años. Se ha mencionado aquí otras veces que si se aplicaran a todos los récords olímpicos de la historia las normas actuales, una gran parte de los deportistas tendría que devolver sus medallas: no pocas de ellas se obtuvieron bajo el efecto de sustancias que eran legales en, por ejemplo, 1920, pero en absoluto hoy, por no recordar que en 1920 tampoco se había generalizado entre nosotros la costumbre de hacer orinar a los atletas en un tubito.
Imaginemos, decía con muchísimo humor Clemente Auger, ex presidente de la Audiencia Nacional, lo que ocurriría si analizáramos la orina de los estudiantes y opositores al término de sus exámenes y suspendiéramos a todos aquellos que se hubieran servido de las anfetaminas, en detrimento de aquellos que los pasaron a palo seco. ¿Haríamos, se preguntaba él, dos categorías de jueces, según lo que hubiesen tomado para aprobar sus oposiciones?
De hecho podríamos montar dos clases de Olimpiadas, ligas, mundiales, etcétera: con drogas y sin ellas. Ni que decir tiene que el espectáculo y el negocio estarían garantizados en el primer caso: aunque a la larga significara el fin del deporte y acaso de los mejores valores humanos, cada día se batiría un récord. Y siendo así, ¿qué importancia tendría para una civilización que sólo parece mirar las cosas a corto plazo? ¿No estamos haciendo algo parecido con nuestros alimentos? Una buena parte de los tomates, pollos o terneros que llegan a nuestras mesas, lo hacen ciegos de drogas que han hinchado sus musculaturas o pulido su aspecto externo para hacerlos más apetecibles. Por eso la sospecha de dopaje está tan extendida: cuesta creer que se pueda ganar un tour comiendo sólo macarrones (y será cosa de ver cómo los tours de Armstrong acaban en manos de colegas implicados a su vez en sus particulares casos de dopaje). ¿Está más limpio, y es mejor, el que pasa un catarro sin aspirinas que quien recurre a ellas? Uno prefiere, desde luego, una vida sana, y un deporte sano, y las reglas que garanticen una y otro, pero ¿cómo ser cabal en un mundo en el que sólo parecen ser estrictos con los deportistas y que premia a tantos tramposos que nos mangonean la política, la economía o la vida? Le parecen a uno bien, sí, ya lo creo, las reglas del juego, y lo reprobable en Armstrong no sería tanto que se hubiera dopado como que hubiese mentido, porque lo del dopaje, como hemos visto, es cosa relativa: las drogas le salvaron de un cáncer. La mentira, no; jamás es relativa, nunca salva y, en todo caso, crece.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 15 de septiembre de 2012]
Los organizadores de las etapas ciclistas plantean jornadas torturadoras, y los futbolistas soportan una carga de partidos sobrehumana. ¿Qué responsabilidad se les exige a esos comerciantes del esfuerzo físico, que son los directivos de entidades deportivas? Habría que reflexionar sobre lo mucho que se les pide a los deportistas, a los cuales se les fuerza a traspasar los límites humanamente posibles.
RépondreSupprimerComparto lo que dice . Si Lance A. hubiera mentido a un juez federal porque en su momento se declarara inocente en un hipotético primer caso y luego se hubiese demostrado el dopaje iría a la cárcel , ya paso con Marion Jones . Lance abandona el juicio y evita el perjurio , los excompañeros chivatos ya han reconocido su culpa y colaboran contra él para evitar posibles condenas .
RépondreSupprimerCon el doping se produce una estafa y hay deportistas y empresas perjudicadas por lo que el delito es claro , otro posible delito seria instar a los compañeros a cometer dopaje.
El dopaje del que se acusa a Lance es un EPO que solo puede entrar en el cuerpo humano por vía intravenosa , todos los que dan positivo ( incluido Contador ) son culpables . No creo que la UCI ni la organización del Tour le quite las victorias ( en su momento no pudo detectarse ) y los que quedaron segundos dieron prácticamente todos positivos , seria un palo para los aficionados , ciclistas y esponsores.
La EPO es un inhibidor del acido láctico y un contaminante mortífero , pero por dinero y notoriedad no solo se miente .
Chao
La eritropoyetina es la hormona que estimula la producción de glóbulos rojos (eritrocitos), luego no es un contaminante y no baja el ácído láctico (mejora -mucho- el rendimiento por lo que a un mismo ritmo hay menor producción de lactato que antes, se trata pues de una consecuencia indirecta). A partir de 50% de hematocrito la viscosidad de la sangre crece exponencialmente de ahí que sea potencialmente mortal su abuso.
SupprimerEn lo que atañe al artículo, el que hace trampas, el que toma en última instancia la decisión de hacerlas, es el deportista. El espectáculo es el mismo subiendo a 15Km/h que a 25Km/h (por TV no se aprecia la diferencia), y es mayor si hay desfallecimientos que si un bloque entero de dopados sube conjuntamente porque van todos "trucados". Los deportistas son un ejemplo sobre todo para los más jóvenes, el mensaje que debiera llegarles es que la trampa se paga y que el éxito requiere un sacrificio, no que para ganar, todo vale (y esto debiera ser aplicable a la clase política -se aceptan las carcajadas-).
Me pongo pesado, disculpen, pero por cada tramposo que está bajo los focos hay muchos deportistas que trabajan limpiamente (muy perjudicados por el "doping") o lo han tenido que dejar por respetar el juego limpio. No veo forma alguna de justificar la trampa, sea extensible o no a otros ámbitos. Un saludo.
No me explico que aún queden aficionados a las competiciones ciclistas. Semanas viendo la Vuelta o el Giro o el Tour en TV, pendientes de la clasificación y del suspense de un cambio en la general... y luego, ¡ zas !, resulta (a menudo varios años después) que todo era mentira: que la casi totalidad de los ciclistas iban dopados, y el que ganó, no ganó, y el maillot amarillo no es el maillot amarillo. Ahora sabemos que, aunque en su día no se llevaron la gloria, Pereiro ganó el Tour del .... y Beloki el Tour del ..., bueno, no recuerdo, pero total ¿qué más da? si quizá ellos también iban dopados pero, como teóricamente no eran líderes, no analizaron su orina. En fin, de verdad no entiendo que quede gente pendiente de eso.
RépondreSupprimer(Hoy en zUmO dE pOeSíA publicamos un poema de Ümit Yaşar Oğuzcan)
nos mangonean en la política, en la economía, en la vida... e incluso en la literatura, que algunos lanzamientos editoriales están atiborrados de anabolizantes mientras que a otros no les llega ni un mísero rayo de sol. Además de la tanda de secretos y mentiras que sobre la misma pululan. Armstrong,como sea,tenía q subir él los Alpes. Algunos escritores mediáticos les suben a la sillita la reina esas cuestas. Lo de Gide entonces: ¿embriagarme? Ya lo hago con mi propia lucidez.
RépondreSupprimersaludos blo
Armstrong libra por el hecho que la USADA no le acusó de comprar drogas mientras perteneció al equipo US postal , puesto que gastar dinero de una empresa estatal en drogas es una acción criminal con alta pena . No le acusaron por faltas de pruebas irrefutables . Es bueno recordar que ha sido muy importante en la lucha contra el cáncer .
RépondreSupprimerSobre la mentira se está imponiendo la tesis de " quien no miente es tonto " sustituyendo aquello de " la mentira tiene las patas cortas
Saludos
Habría que añadir el agravio comparativo del baloncesto en las olimpiadas. Mientras a unos los persiguen al milímetro a otros les hace una interesada vista gorda.
RépondreSupprimer