SE acaban de publicar los diarios de Joan Estelrich (Felanitx
1896-París, 1958)*. Dentro de la cultura de su tiempo Estelrich lo fue todo:
erudito, conferenciante políglota, escritor, director de periódicos, conspirador,
diputado a Cortes, diplomático, y todo ello por tierra, mar y aire. Pla, que le
hizo un retrato al dente, lo resumió sin contemplaciones: “En el curso de su
vida Estelrich sólo tuvo tiempo para las cosas inútiles”. Después lo arregla
algo y asegura que algunas de esas cosas, como la edición de clásicos en la
Fundación Bernat Metge, que dirigió desde su creación hasta que murió, fueron
muy importantes. En todo caso, sí, la suya fue una vida apretadísima y su
personalidad a un tiempo gimnástica y relajada le llevó a conocer a “todo el
mundo” (desde Thomas Mann a Victoria Ocampo, de Valery al que usted quiera), y
a rodearse de unas cuantas bellas señoritas que se turnaban para bailarle la
danza del vientre allá por donde iba. Esto último se ve bien en estos diarios
que según cuenta Manuel Jorba tenemos de milagro, ya que buena parte de ellos
se destruyeron por misteriosas razones.
Decía Pla que su amigo tenía también un temperamento de lo más
mediterráneo, capaz de trabajar al mismo tiempo para Cambó y para March, que se
detestaban. Con ese espíritu concertante desembocó en la guerra: “Como catalán
deseo el triunfo del gobierno, pero como español deseo el triunfo de los
sublevados”. O sea, se puso al servicio de los sublevados dirigiendo desde
París y con el dinero de Cambó, su jefe, un periódico, Occident, que trataba a un
tiempo de agrupar a los intelectuales favorables al golpe y frenar la
propaganda de los intelectuales de izquierda, implacable en el extranjero. Pese
todo, la guerra no le nubló la vista y jamás ocultó la repugnancia que le
producían los discursos de Queipo de Llano o la fatalidad de los
acontecimientos: “Estoy seguro de que nadie se ha matado nunca con tanto gusto
como los actuales combatientes”, le dirá a Madariaga, sin menoscabo de algunos
pasajes involuntariamente cómicos, como este en el que un catalán de
centro-derecha como él prefiere echarle la culpa a un charnego que a un catalán
de extrema izquierda: “Está la Fai catalana, que conserva algún sentimiento
humanitario; por encima de ella, la Fai murciana, que no tiene el menor
sentimiento, y por encima de las dos aún la super-Fai murciana que lleva a cabo
los horrores que no son capaces de cometer las otras dos”. La eterna novedad
del mundo.
Los diarios prometían ponerse bien justamente entonces, pero los de la guerra son de los que se han perdido. No importa demasiado, porque los que siguen nos hablan de un hombre que sufrió el drama de tantos: ser uno de los vencedores y disimular la repugnancia que le ocasionaba vivir entre muchos de ellos, así que en cuanto pudo se quitó de en medio, a la espera siempre de que algo cambiase. ¿Qué? Estelrich no lo supo bien, y por eso, mientras espera, sigue haciendo lo que mejor se le había dado en tantos sitios, Barcelona, Madrid, Ginebra, Buenos Aires, Chile: política de claqué y hedonismo a tres voces. Como funcionario de aquel Régimen, a Estelrich se le podrían pedir responsabilidades, desde luego, pero es también el ejemplo de que las cosas no suelen ser sólo blancas o sólo negras. Liberal, inteligente y una buena persona (ahí está su conversación con Azorín para intentar repatriar a todos los intelectuales exiliados), creía que Cataluña y España podrían volver a ser cualquier día lo que fueron en la República, mientras él esperaba en París cultivando el arte de la ostra. Allí le llegó la muerte. Había hecho bueno lo dicho por algunos de sus camaradas más cínicos: nada como servir a una dictadura destinado en una democracia.
(*) Cuaderns Crema, Barcelona, 2013.Los diarios prometían ponerse bien justamente entonces, pero los de la guerra son de los que se han perdido. No importa demasiado, porque los que siguen nos hablan de un hombre que sufrió el drama de tantos: ser uno de los vencedores y disimular la repugnancia que le ocasionaba vivir entre muchos de ellos, así que en cuanto pudo se quitó de en medio, a la espera siempre de que algo cambiase. ¿Qué? Estelrich no lo supo bien, y por eso, mientras espera, sigue haciendo lo que mejor se le había dado en tantos sitios, Barcelona, Madrid, Ginebra, Buenos Aires, Chile: política de claqué y hedonismo a tres voces. Como funcionario de aquel Régimen, a Estelrich se le podrían pedir responsabilidades, desde luego, pero es también el ejemplo de que las cosas no suelen ser sólo blancas o sólo negras. Liberal, inteligente y una buena persona (ahí está su conversación con Azorín para intentar repatriar a todos los intelectuales exiliados), creía que Cataluña y España podrían volver a ser cualquier día lo que fueron en la República, mientras él esperaba en París cultivando el arte de la ostra. Allí le llegó la muerte. Había hecho bueno lo dicho por algunos de sus camaradas más cínicos: nada como servir a una dictadura destinado en una democracia.
[Publicado en El País, Babelia, 2 de febrero de 2013]
Parece era mallorquín a pesar lo que dijera o dejara de decir . El que si fue un agente doble fue el catalán que asesinó cobardemente ( Mercader ) a Trotsky en casa de Diego Ribera y Frida Kahlo en Mexico .
RépondreSupprimerSaludos
Agentes dobles con dobles vidas y dos manos igualmente receptivas. ¿Estamos hablando del director de algún periódico?
RépondreSupprimer«(…) No, señora, la cultura no sirve para que el mundo adelante. He visto tal cantidad de cosas en este mundo que yo no puedo creer en nada… No, no, la única cosa que se puede hacer exactamente es el inmovilismo… El mundo sólo ha progresado en cosas como el váter, el teléfono (…) Sin embargo, el hombre es más insensato y cruel que nunca (…). Todo el mundo es irracional (…) Todo lo que se hace es copiar (…). Este país no tiene ni la más mínima consistencia científica… ¡Cómo quiere que crea en el progreso! ¿Después de haber visto lo que he visto en esta época? Después de nuestra guerra civil y la quema de tres o cuatro millones de judíos, ¿cómo quiere que crea en el progreso? ¿Yo, que he vivido el momento más álgido de Europa, con tanto sabio que ha tenido que marcharse a Estados Unidos? (…) No creo en nada, sólo que el hombre es un animal grotesco, parado y exhibicionista (…) No creo en el progreso de los que gobiernan. (…) Creo que en el mundo no se ha arreglado nunca nada. Sólo le han puesto parches. (…) La felicidad consiste en la limitación. Fíjese, dos hombres colosales, Goethe y Shiller, vivían en poblaciones como Palafrugell y mire las cosas extraordinarias que han hecho. (…) El progreso material no interviene en las cosas decisivas, que son las relaciones de los hombres y las mujeres, las criaturas, la cultura. Los jóvenes son las víctimas de este caos. ¡Claro que no lo han creado ustedes! (…) La mujer de este país que quiere independizarse viene de otras frustraciones. Las muchachas son partidarias del papá y la mamá y de la fortuna que tiene. ¿Que qué me parece que la mujer trabaje? No me parece nada. Si quiere trabajar, que trabaje, y si no, que no trabaje. Me es igual. Pero si está realmente enamorada no tiene tiempo para hacer nada. (…) Sí, me gusta ver el mundo exterior. Eso es la felicidad. Esa miseria humana hiperbólica. (…) ¿Qué si los que mueren o van a la cárcel por una causa no tienen sentido del ridiculo? Probablemente. Los más superiores son los más inconscientes. Si lo meditaran, no lo harían. Permanecerían cerca del fuego en invierno, y bajo un árbol durante el verano. Pero todo eso para usted debe ser antisocial. (…) En una cosa al menos, sí estamos de acuerdo: que la estupidez humana no depende de la edad. (…) ¿Qué si estoy contra los jóvenes? No, no… Yo también, cuando era joven, me pensaba que era muy importante. Son cosas de la juventud (…) Como no se ha luchado demasiado muchos creen que todo es fácil. Y escribir es muy difícil. (…) Cada lengua tiene su genio (…) Cuantos menos adjetivos, mejor. ¿Está conforme? Sin retórica, quiero decir. Es más fácil escribir para que nadie te entienda. Se debe ser sencillo, y las frases, desnudas. Escribir con la máxima naturalidad, ¿comprende? Bueno, todo eso ya lo sabe… Fíjese, un detalle: Cadaqués es grandioso, retórico. Es colosal, pero poder describir un pequeño caracol de mar, la cara de una muchacha, una barca, un erizo de mar… (…) En literatura nada es gratuito. Usted escriba pensando que este papel será válido al cabo de diez años. Si no, todo se pierde; ahora la gente no escribe más que gacetillas. Se debe poner cierto trascendentalismo. Que es lo que no tiene Picasso ni sus pinturas. (…) Yo las vacaciones ni las conozco. He trabajado cada día. ¿Qué si estoy contento de mi obra? Sí, porque hace falta tener cierto sentido de la responsabilidad. Yo, en mi vida, no he hecho más que trabajar. No he tenido tiempo de nada ni de tratar nunca a nadie. Ni a ninguna mujer. Soy incapaz de enamorarme de nadie por un profundo sentido del ridículo. En esto, todo el mundo es barroco, mentiroso e hipócrita. No sé, señorita, si estará conforme conmigo… Pero la mejor relación entre hombre y mujer es la cama, no el amor. Y en la cama siempre hay momentos de odio (…)»
RépondreSupprimer"JOSEP PLA EN SU MADRIGUERA". La señorita, Montserrat Roig, con 26 años entonces, sólo le sobrevivió diez años. Destino (enero de 1972). Dos fotos de sonrisa, boina y madriguera ilustran la caudalosa entrevista:
http://es.scribd.com/doc/18575529/Entrevista-a-Josep-Pla-Destino-1972-M-Roig
HEDONISMO ACELERADO. No podría ser de otra manera. Buscar la propia armonía debe suponer el despliegue de buenas dosis de energía y vitalidad.
RépondreSupprimerValérie Tasso, en su libro “Antimanual del sexo” habla de de esa predisposición y esa búsqueda.
«El hedonismo es una actitud ante la vida. Es una filosofía vital que prima al instinto sobre el devenir, que reivindica la valentía sobre el miedo, que respeta la materialidad y cuestiona el espíritu, que gestiona lo que sucede sin despreciarse por lo que nunca sucedió, que aprecia la lógica de la vida y cuestiona la lógica de la muerte, que sabe que lo suficiente es suficiente, que busca el placer donde está, no donde se busca, que hace de su cuerpo su aliado y no su prisión,(…) que emplea su tiempo más que su dinero (…) El hedonista ejerce el difícil arte de establecer la paz consigo mismo.»
Joan Estelrich parece que hizo todo lo que pudo en este sentido.