PIDO disculpas por no haberla hecho mejor, pero se ve a lo lejos el humo de una pequeña hoguera. El humo dormido ha sido siempre un título que me ha gustado mucho, por lo que encierra de sueño. De ese humo al pie del monte parecen haber nacido todas las nubes de nuestra mañana riente de primavera, mientras leo a JRJ: "¡Plenitud de lo mínimo / que llena el mundo", nos dice, sin cerrar la exclamación (qué incómodo se siente uno encontrándole a JRJ una errata en un libro que él cuidó y corrigió). Y nadie podría haberlo dicho mejor de nuestro día que JR, tan delicado siempre que deja que lo cerremos nosotros ahora con nuestra propia exclamación.
Monte Santa Cruz, Las Viñas, 14 de febrero de 2013 |
Es una foto muy buena , resalta el cielo de forma especial , con mucho volumen . No siempre lo perfecto es lo mejor .
RépondreSupprimerSaludos
A lo mejor no cerró la exclamación voluntariamente. En JRJ no me extrañaría nada. Mi profe de literatura me explicó que los signos ¡! vienen de la inicial de "iubilo" (júbilo en latín), como los signos ¿? vienen de la inicial de "quaestio" (pregunta en latín: en realidad los signos de interrogación son la letra q desfigurada). Lo que me gustaría saber es por qué en español abrimos y cerramos las interrogaciones y exclamaciones, y en los demás idiomas no. ¿Hay algún filólogo en la sala?
RépondreSupprimerhttp://castellanoactual.blogspot.com.es/2007/10/defensa-de-los-signos-de-apertura.html
SupprimerBlog santanderino (interruptus) en la sala de la red:
“EL CASTELLANO ACTUAL
Aquí recogeremos de manera amena pero rigurosa, anécdotas y opiniones, hechos y cosas relacionadas con la actualidad del mundo del español y el castellano en el mundo. Si hay una pequeña base de interés por parte del lector cada semana, el resto... lo pongo yo...
viernes, octubre 19, 2007
DEFENSA DE LOS SIGNOS DE APERTURA
Los necesitamos. Los necesitamos para asombrarnos, enfadarnos y preguntar. Para romper la linealidad objetiva y llana del discurso, los necesitamos. Son los signos de interrogación y exclamación. Los de cierre («?» y «!») están en uso y gozan (a pesar de los llamados emoticonos o «smileys» de Internet) de buena salud. No podemos decir lo mismo de los de apertura. Por influencia principalmente del inglés, están en desuso, en retirada. Puede haber quien, leyendo esto, lo considere lógico, que crea que hablamos de símbolos arcaicos que ya carecen de sentido. Vamos a intentar demostrar que, quien así piensa, se equivoca.
Dejando de lado la opinión, legítima, romántica y acertada, de que deberíamos conservarlos por un puro sentido estético y tradicional, lo cierto es que las razones objetivas, ligadas a características propias del castellano, abundan y gritan, tratan de llamar nuestra atención, para que no dejemos que caigan en el olvido los signos de apertura, de exclamación e interrogación. Pero quizá convenga aquí un pequeño paréntesis histórico-ortográfico… ¿de dónde vienen los símbolos de interrogación y exclamación?
Los escritos antiguos marcaban las preguntas (en diálogos, ficciones, ensayos y líricas) con una abreviatura de la palabra latina «quaestio, -onis» (de allí nuestra «cuestión»). Tal apócope era «qo.». Paulatinamente la «q» se fue abriendo y, como vimos en el caso de nuestra eñe bonita, un signo se fue montando sobre el otro; en efecto la «o» se desplazó bajo esa «q» que se abría y se convirtió en un punto… ya teníamos el resultado (?)…
Para el caso del símbolo de admiración, hemos de explicar la existencia de la interjección, también latina (¡cómo no!), «io». La misma servía como partícula de sorpresa, atención y júbilo. La “o» volvió a desplazarse bajo la «I» y, convirtiéndose en un punto, nos dio el universal símbolo de exclamación. En 1741, la primera ortografía oficial de la RAE no consideró las particularidades de nuestro idioma (que veremos enseguida) para regularizar el uso de esos símbolos, invertidos, para abrir preguntas y exclamaciones. Lo haría en 1754. Desde entonces, en castellano, cuestiones, sorpresas y enfados se abren con esos signos («¿» y «¡»). (...)
(…) ¿De verdad cree los símbolos de apertura un estorbo para la inmediatez de la vida moderna y su informatización? Si el inglés no los necesita ¿por qué así el español? Para empezar, el inglés, como muchos otros idiomas, en la mayoría de los casos, tiene una forma inequívoca de marcar el inicio de las preguntas gramaticalmente, sin signos ortográficos. Bien sea gracias a auxiliares, anticipación de la situación de los verbos, partículas interrogativas a principio de frase, etcétera, no precisa del símbolo de apertura para marcar al hablante que lo que empieza es una pregunta. Sin trampas, sin adelantarse, lea en voz alta la siguiente frase:
Supprimer«No es, por tanto, crucial avisar a nuestros niños, en las escuelas, del peligro que corren si no obedecen y llegan a casa sin demora, tras los estudios del día, según ha defendido en rueda de prensa esta mañana el Ministro de Administraciones Públicas, Educación y Tonterías?»
Descoloca el símbolo final ¿verdad? Es un buen truco acentuar los «que», «quien», «donde», «como» o «por que», pero ¿y si no existen? En las frases largas el ojo no alcanza a ver el símbolo de cierre y nuestra agudeza visual no nos sirve… ¿no es más fácil poner un símbolo de interrogación de apertura? El problema con los signos de exclamación se agudiza, pero también en inglés, porque allí, la estructura de las oraciones exclamativas puede ser, como en castellano, calcada a las enunciativas, idéntica a las que no tienen ningún tipo de signo:
«Ve a casa antes de que avise a tu madre de que no están haciendo lo que debes!»
No me cabe duda que la liviandad de los discursos de hoy en día (una idea expresada en más de un minuto es un coñazo, un rollo…) fomentan la perniciosa práctica de prescindir de tan preciosos signos. De forma general, en inglés se entiende que la interrogación y la exclamación empiezan tras la última pausa ortográfica… ¿quiere esto decir que no podemos introducir una coma en una interrogación o en una exclamación? Seguramente no, pero entonces deberemos atender al contexto, ralentizar la lectura, complicar la comprensión y ahí está la oveja… (la madre del cordero). A pesar de que lo tiene más fácil que el español, la ausencia de signos de exclamación e interrogación de apertura del inglés (y del francés, el alemán, el italiano…) no es sino una desventaja (o ventaja del castellano) que, no obstante, créanlo, estamos copiando…»
La plenitud de lo mínimo puesta de manifiesto por la mirada poética; la única que, a postre, puede darnos un sentimiento más real del mundo.
RépondreSupprimer***
Para una pradera
se necesitan un trébol y una abeja.
Un trébol y una abeja.
Y ensueño.
El ensueño solo bastará,
si las abejas escasean.
EMILY DICKINSON.
Contra una realidad tan excesiva, “plenitud de lo mínino”. "Lo pequeño es hermoso" (Ed. Blume, 1978). Del capítulo dedicado a la educación. E.F. SCHUMACHER citando, entre otros, a Ortega.
RépondreSupprimer“(…) Tal vez ni siquiera haya un director. Bertrand Russell dijo que todo el universo es simplemente «el resultado de una combinación accidental de átomos», y afirmó que las teorías científicas que conducen a esta conclusión, «si bien no están fuera de discusión, son casi tan ciertas que ninguna filosofía que las rechace puede permanecer por mucho tiempo... de aquí en adelante la habitación del alma ha de ser construida sobre el sólido fundamento de una firme desesperación». Sir Fred Hoyle, el astrónomo, habla acerca de «la verdaderamente desesperante situación en que nos encontramos. Aquí estamos, en este fantástico universo, sin ninguna pista que nos conduzca a pensar que nuestra existencia tiene un significado real».
La enajenación da lugar a la sociedad y a la desesperación, al «encuentro con la nada», al cinismo, a vacíos gestos de desafío, tal como pueden verse en la mayor parte de la filosofía existencialista y de la literatura contemporánea. O bien se transforma, tal como he mencionado antes, en la adopción ardiente de unos principios fanáticos que, mediante una monstruosa simplificación de la realidad, pretende resolver todas las preguntas. Entonces, ¿cuál es la causa de la enajenación? Jamás la ciencia ha tenido tantos éxitos, jamás el poder del hombre sobre su medio ambiente ha sido más completo ni el progreso más rápido. No puede ser una falta de conocimiento instrumental lo que causa la desesperación no sólo de pensadores religiosos como Kierkegaard, sino también de matemáticos prominentes y científicos como Russell y Hoyle. Nosotros sabemos cómo hacer muchas cosas, ¿pero sabemos qué hacer? Ortega y Gasset lo definió muy brevemente: «No podemos vivir a nivel humano sin ideas. Lo que hacemos depende de ellas. Vivir es ni más ni menos que hacer una cosa en lugar de otra.» ¿Qué es entonces la educación? Es la transmisión de ideas que le permiten al hombre elegir entre una cosa y otra o, para citar a Ortega otra vez, «vivir una vida que es algo que está por encima de la tragedia sin sentido o la desgracia interior».
(…) Una educación meramente científica trata sólo con ideas instrumentales y lo que necesitamos es la comprensión del porqué de las cosas, por qué son como son y qué es lo que tenemos que hacer con nuestras vidas. Lo que aprendemos al estudiar una ciencia particular es de cualquier manera demasiado concreto y especializado en relación a nuestros propósitos más amplios. Por esto volvemos a las humanidades para obtener una visión más clara de las ideas grandes y vitales de nuestra época. Aun en las humanidades podemos empantanarnos en una maraña de academicismos especializados que llenen nuestras mentes con multitud de pequeñas ideas que son tan inapropiadas como las ideas que podamos recoger de las ciencias naturales. Pero también podríamos ser más afortunados (si eso es ser afortunado) y encontrar un maestro que «aclarara nuestras mentes», que clarificara las ideas (las «grandes» y universales que ya existen en nuestras mentes) y de esta manera hiciera que el mundo fuese algo inteligible para nosotros.
Tal proceso merecería ciertamente ser llamado «educación». ¿Y qué es lo que obtenemos de este proceso en la actualidad? La visión de un mundo desolado en el que no hay sentido ni finalidad, en el que la conciencia del hombre es sólo un accidente cósmico desafortunado, en el que la angustia y la desesperación son las únicas realidades últimas. Si por medio de una educación real el hombre es capaz de escalar a lo que Ortega llama «La Altura de Nuestro Tiempo» o «La Altura de las Ideas de Nuestro Tiempo», se encuentra a sí mismo en el abismo de la nada. Puede entonces llegar a sentir lo que sintió Byron:
«Triste es el conocimiento; aquellos que saben más
Más deben lamentarse sobre la verdad fatal,
Que el Árbol del Conocimiento no es el de la Vida»”.
Gris y verde respectivamente, según Goethe.
"Verde es el árbol de la vida".
Educar y educarse para vivir. El aire más respirable es también el más ligero, pero algo cuesta encaramarse y alcanzarlo.
A la postre, todos los caminos empujan hacia arriba en contra de la ley de la gravedad.
La ciencia de las pequeñas cosas: "El Trébol", "La Abeja", "La Rosa", "La Hormiga", "El Cielo","El Amanecer".
"La Noche" por ejemplo en CANCIÓN NOCTURNA de J.R.J.
¡Allá va el olor
de la rosa!
¡Cójelo en tu sinrazón!
¡Allá va la luz
de la luna!
¡Cójela en tu plenitud!
¡ Allá va el cantar
del arroyo!
¡Cójelo en tu libertad!
J.R. JIMÉNEZ, "Baladas de primavera".
Tercetos del soneto de Dario dedicado a Juan Ramón
RépondreSupprimer¿ Te estremece el azul de una noche tranquila ?
¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila
cuando el Angelus dice es el alma de la tarde .
¿Tu corazón las voces ocultas interpreta ?
sigue entonces tu rumbo de amor. Eres poeta.
La belleza te cubra de luz y Dios te guarde .
Juan Ramón :
¡ Color que , en un momento el humo
toma del Sol que lo pasa ;
vida mía , vida mía ,
fugaz y coloreada !
Estos son dos poetas de relumbrón , hace poco que los leo y creo es casi imposible decir más y mejor dicho con tan pocas palabras .
Saludos
"Rilkeano" J. R. Jiménez. Y en plan retrospectivo, salvando tiempo y distancia, "Juanramoniano" Rilke.
RépondreSupprimerCANCIÓN DEL MAR. "Capri. Picola Marino"
Remoto soplo del océano
viento marino de la noche:
no vienes para nadie;
si alguien está velando
debe ver la manera
en que podrá arrostrarte:
remoto soplo del océano,
que sopla solamente
para la roca originaria,
puro espacio
que se desgarra desde lejos...
Oh, cómo te percibe
una higuera impulsada
hacia el claro de luna.
RILKE, "Nuevos Poemas", 1908.