EN El tiempo en los brazos, de Tomás Segovia, unos diarios que tienen mucho de carnets literarios ("cuadernos de notas" los llama él), recién publicados por la Editorial Pre-Textos, leemos, entre otros fragmentos de difícil catalogación (ensayos de altos vuelos lacanianos, divagaciones profesorales o apuntes intelectuales –de filosofía, filología, política–, no siempre hospitalarios pese a su inteligencia, y, para lectores acaso más vagabundos, como yo, páginas memorables en las que habla de un viaje a Roma y Nápoles, de la memoria o de cualquier pequeña observación substanciada en poesía), entre todas ellas, decía, este, escrito en 1997, sobre la vida literaria (famoso oxímoron). El fragmento puede dar la idea, falsa, de alguien preocupado por esa sociedad o resentido con ella, pero nadie que conociese a Tomás Segovia o lea estos cuadernos podría creerlo así.
"La sociedad literaria me parece últimamente de un grotesco que apenas puede creerse. Pero también en mi juventud conocía perfectamente el aspecto grotesco de esta triste sociedad. La diferencia está en que entonces yo podía burlarme sanamente de esa lamentable condición porque estaba seguro de que el medio donde me burlaba todo el mundo compartía esas burlas o por lo menos las entendía. Ahora en cambio mis burlas se quedan un poco heladas porque algunos de los más grotescos peleles literarios son antiguos compañeros de letras, amigos míos, gente con la que he compartido cosas más o menos importantes. Una de las más envidiables fortunas de un joven escritor es que entre sus cuates no hay ningún premio Nobel ni premio Cervantes ni premio Nacional de nada".
Va también la fotografía prometida ayer, que se aviene bien con una persona que tenía, como T.S., tanto de gato como de perro.
Foto de Rafael Trapiello, 27 de octubre de 2013 |
¿Y para ser escritor hay que participar en esa "vida literaria"? Yo obviamente no estoy en ese mundo, pero una oye hablar de premios trucados, ganadores que ya antes de presentarse saben que van a serlo, de plagios como el de CJC con "La cruz de San Andrés", de jurados-títeres (pero bien pagados). Cuánta sordidez. En el blog de García Martín se habla a veces de dos personas muy conocidas que alteran el resultado de los concursos de poesía defendiendo a última hora a candidatos que no habían sido pre-seleccionados. No sé, estoy segura de que todo esto (si lo viviera) me haría aborrecer la literatura. Y evidentemente no quiero aborrecerla.
RépondreSupprimerSandra Suárez
No tan envidiable la fortuna del perro. El gato es gata que se quedó con la casa. Y encima ella sola, ya que no pudieron tener hijos, se exhibe en el tejado. Pobre chucho deprimido.
RépondreSupprimerNo se que decir pero no descarto que estos animales sean objetivo de estómagos vacíos . El N.G. De noviembre trae una foto de una docena de guardas llorando mientras portean el cadáver de un gorila asesinado que pone los pelos de punta ( los primates deberían tener status de humano ).
RépondreSupprimerLos premios son una ayuda necesaria , lógico que a veces haya cierta manipulación y se busque un escritor de primera fila al que se le asegura ser ganador , de esa manera se prestigia el premio .
Se intuye una cierta tristeza, nada envidiable, en ese pobre perro; sin cariño estos animales no son nada. Si hablamos del gato ya es otro asunto; ellos nos dan cien vueltas en el complejo mundo de los afectos; son el misterio más transparente; si hubiese sicólogos para gatos no hay duda de que estarían mano sobre mano.
RépondreSupprimer¿Envidiables perro y gato? El gato no sabemos, porque allí, en lontananza, es difícil apreciar su semblante, pero el perro tiene toda la pinta de no estar para fiestas. ¿Serán okupas malgré lui?
RépondreSupprimerEsta foto es genial, genuina, inspiradora. El ser humano está presente sobre todo en las construcciones de grandes puertas cerradas. ¿Qué encierran?. La reja, medio abierta al campo y el perro derrotado, con un dogal generoso pero dogal al fin. Y el gato posición defensiva en aquella pila de ladrillos, Una excelente foto también por su colorido y ángulos muy perspectivos. Una foto para mirar muchas veces y notar la ausencia del hombre. Gracias.
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