EL día que los periódicos traían la noticia de que se había descubierto un nuevo cuadro de Van Gogh, se inauguraba en Madrid, en las salas de Mapfre, una inolvidable exposición de los macchiaioli. Por un momento sintió uno un raro alivio ante esos dos hechos extraordinarios. Nos dijimos: el mundo se deshace poco a poco, la vulgaridad va invadiéndolo todo como una devastadora cicuta mientras fingimos que no está ocurriendo nada anómalo, el país, empobrecido hasta límites insospechados, merodea por los basureros buscando las peladuras de los subsidios para poder subsistir, las calles se llenan de banderas y mendigos... Todo esto es cierto, seguimos diciendo en nuestro soliloquio hamletiano, pero hoy en un lugar del mundo se ha descubierto un cuadro de Van Gogh, menos de un metro cuadrado de pintura, y en Madrid se han expuesto un puñado de cuadros, muchos de los cuales tienen el tamaño de las cajas de cigarros, en cuyas tapas pintaban aquellos pintores tan modestos como excelsos...
Hace más de treinta años nos acercamos al Museo de Arte Moderno de Roma sólo con el propósito de ver pintura de los macchiaioli, pero las salas donde los tenían estaban cerradas por reformas. A lo largo de quince o veinte años lo intentamos algunas veces más con el mismo decepcionante resultado, conformándonos con ver, aquí y allá, en los lugares más orillados de Italia, tal o cual cuadro de Fattori, de Lega, de Signorini... Para que se entienda qué quiere decir esto: es como apagar la sed con gotas sueltas de agua, tan secretos son estos pintores, tan escondidos están. No es el caso, desde luego, de Van Gogh. Por fortuna, el museo que tiene la suerte de poseer una de sus obras, la muestra con legítimo orgullo en lugar eminente, y, descontando los cientos que pueden verse siempre en su museo en Amsterdan, Van Gogh pintó y dibujó tanto, que permite que se hagan de él frecuentes exposiciones en todo el mundo. ¿Y habiendo pintado tanto, se preguntará alguien, importa mucho que se haya descubierto “otro” cuadro suyo?
Una de las experiencias más gratificantes como lector, y desde luego una de las experiencias más importantes que ha tenido uno como persona, fue la lectura, durante dos o tres años, un rato cada tarde, de las cartas del pintor holandés, que nos dio su vida en ellas con una intensidad, sinceridad y hondura estremecedoras. En este caso no le importaba a uno aplacar la sed a base de gotas sueltas, dos o tres cartas cada día, con tal de alargar lo más posible su lectura. Cuánto le habrían gustado a Van Gogh estos macchiaioli, estos manchistas (de macchia, mancha), de haberlos podido ver. Sus temas, el amor que mostraron hacia las cosas humildes y la vida tranquila, el modo de pintarlos con un recogimiento propio de los artistas del quattrocento, esa luz íntima del crepúsculo... El cuadro recién descubierto no es “otro” Van Gogh, como han dicho los periódicos, sino algo único, un metro cuadrado de vida entre millones de kilómetros cuadrados devastados; y las pinturas de los macchiaioli, una verdadera isla del tesoro, inexplorada y virgen.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 13 de octubre de 2013]
Siempre he pensado que de Fattori salió Modigliani y de los manchistas Morandi. solos para asombro de sus semejantes.
RépondreSupprimerPor si no lo ha leído, le dejo una necrológica que aparece hoy en el mundo y que me recuerda a otras que usted cuenta en páginas del Salón de pasos perdidos. Comienza con el "conocía a..." y tiene frases tan inefables como " tenía una profunda capacidad creativa que por pudor no llego a ejercer. Fue una lástima, pues estaba dotado para el arte." Ahí va el enlace: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/10/13/catalunya/1381693342_892872.html La foto que acompaña la noticia tampoco está mal.
RépondreSupprimerEse cuadro no es un Van Gogh , no lleva su firma y no tiene el espíritu de un icono . ¿ Que le viene bien al museo ? , algo muy autentico no puede crear dudas , una mentira interesada . Los manchistas : no son Di Chirico pero se agradece conocerlos , hacían obras muy trabajadas y bonitas .
RépondreSupprimerLlevo el ascua a mi sardina, con permiso del respetable, y me pongo a recordar mis tres años de manchista para ingresar en la carrera. Era otro manchismo desde luego, pero tan duro e ingrato como resultaba la disciplina de reproducir en un papel "ingres" pinchado a un tablero vertical, y teniendo como herramientas carboncillos, difuminos, trapos y la inefable plomada, los cuerpos escayolados de la Victoria de Samotracia, el Discóbolo, el Diadumeno, la Esquilina, el Niño de la Espina y otros canallas que, colocados al fondo de la sala bajo la luz dramática de un indiscreto proyector, nos exigían fidelidad absoluta de sus escorzos amenazando con convertirse en sonoros suspensos. Qué difícil era mantenerlos en su verticalidad correcta y que no se cayeran de bruces desde el ingres debido al muy habitual erróneo apoyo de sus pies en que casi todos incurríamos y de pronto, separados un par de metros del tablero, descubríamos desolados, asumiendo que el añorado aprobado también se iba desplomando.
RépondreSupprimerLAS MUJERES DE RUBENS
RépondreSupprimerTitánicas , fauna femenina,
tonante desnudez de toneles.
Anidan en lechos revueltos,
duermen con la boca abierta , para soltar gallos
Mas temprano se levantaron sus flacas hermanas ,
Nadie las vio avanzar por el revés del cuadro
El siglo trece les habría concedido un fondo dorado
El veinte , pantalla panorámica con technicolor
El diecisiete , ¡ Ay ! Nada ofrece a las palos de escoba .
Amigo Andrés, no sé si tenía usted noticia -yo acabo de leerlo en el libro que ha sacado la Fundación Mapfre- de la fría reacción de Rosales cuando vio una exposición de los macchiaioli...
RépondreSupprimerDavid Fdez.
No es extraño. Buscaban cosas distintas en el mismo tiempo, y eso distancia.
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