AL contrario que la foto anterior de Valle, obra del fotógrafo Alfonso, muy circulada, esta de Galdós era, al menos para mí, desconocida, y aún más interesante que la mayor parte de las que se conservan de él. Figura como autor Arauna, y está hecha en San Quintín, la quinta veraniega que se hizo construir el novelista en Santander, su ciudad de adopción junto a Madrid (Galdós, desde que salió de Las Palmas en su juventud, jamás volvió a Canarias). Galdós, que siempre tuvo pujos de pintor, intervino muy directamente en la construcción y decoración de esa villa que contaba con un huerto-jardín, llegando a diseñar sus cresterías y algunos de sus muebles.
La casa y el modo de vida que se podía llevar en ella tenía que ver con lo que se suponía había de ser la mansión de un escritor nacional, como lo habían sido Dickens (a quien Galdós admiraba y tradujo al español) o Balzac en Inglaterra o Francia respectivamente. A uno y otro se lo compararía muchas veces.
Si el rincón de Valle es el de un bohemio (los libros de su gabinete están todos en rústica y muchos son los de sus amigos: descubrimos en un rincón, por el lomo, la edición de las greguerías de Ramón hecha por Sempere), la opulencia de la de Galdós es evidente, aunque sea una opulencia un tanto sufrida, a tono con la España eterna (ahí está la tapicería de seda ajada, rota y deshilachada de los sofás).
Si en la de Valle no encontraremos nada que pueda ser llevado ya a la casa de empeños (no se admitían libros; el propio Gómez de la Serna alardeó de regalar los suyos a los mendigos y vagabundos de la calle, para que les sirvieran de almohadas en los bancos), la de Galdós está llena de objetos que entonces se creían de buen gusto, biscuits (un cisne), bibelots chinos o ingleses, bandejas de plata, jarrones de porcelana, alfombras y hasta la piel de un leopardo (¡Galdos, quien, de creer a Baroja, se daba la vuelta en cuanto llegaba a Atocha, porque le mareaba el campo!), y buenos muebles de caoba, quinqués de bronce y una chimenea con mayólicas. Por tener, ni siquiera le falta a ese salón la fantasía de unas vidrieras neogóticas y un velero colgado del techo.
El propio Galdós es en esta fotografía otro más de esos bibelots, casi un objeto decorativo. Se diría que es igual de inanimado que lo demás, de no ser por esos dos detalles: en una mano sostiene el sempiterno cigarro y con la otra acaricia al perro que duerme a su lado.
Valle, como es sabido, solicitó de Galdós, cuando este dirigía el Teatro Español, un huequecito para estrenar una de sus obras (Divinas palabras, si la memoria no me falla), y por una u otra razón no pudo ser, y Valle, muerto Galdós (en vida no se atrevió), se vengó de una manera mezquina injuriando a Galdós (en Luces de bohemia) con uno de los insultos más dañinos e injustos que se hayan proferido en la literatura española. En el resentimiento de Valle acaso tuviera que ver también la celebridad y el éxito de Galdós, que le habían permitido a este levantar casas como la de San Quintín sólo con el fruto de su trabajo o movilizar a todo el país con cuestaciones populares (que inició el mismo Alfonso XIII), cuando estaba sitiado por las deudas.
Viendo ambos gabinetes ahora juntos, se entienden muchas cosas. En el de Valle, el protagonista es Valle. En el de Galdós, toda la época. En uno nos mira desafiante la bohemia y la modernidad. En el otro, el canto postrero de lo burgués parece despedirse de este mundo.
Pero, con todo, es un rincón de esta fotografía lo que habrá llamado la atención a más de uno y de una forma poderosa.
(Continuará y acabará mañana)
Foto Arauna. Galdós en San Quintín, Santanader, 1916. Ayuntamiento de Santander, Colección de la Biblioteca Menéndez Pelayo. |
Bien es cierto qué Galdós no tuvo un gran afecto a su Canarias natal, pero decir qué nunca volvió o qué se quitó el polvo de los zapatos, cómo algunos comentan, cuando llegó a la península, es un error, leer para confirmar lo dicho a D. Pedro Ortíz Armengol para ver que volvió alguna vez, no muchas, a su tierra natal y así se puede comprobar con una foto hecha el el monte Lentiscal de Las Palmas cuando tenía una edad entre 40-50 años. Evidentemente su vida giró entre Madrid y Santander y su obra, aunque centrada en Madrid y Toledo es sobre todo una obra universal.
RépondreSupprimerFernando
Galdós es un escritor "in extenso" como Balzac. Valle fue significativamente un escritor en permanente búsqueda de estilo. Aunque se solapen sus dos vidas en determinados años son espíritus muy distintos de épocas diferentes. ¿Volvemos a la eterna Cervantes-Quevedo?
RépondreSupprimerEn las novelas , más cuando se hace Ficcion de una realidad se acaba aburriendo pero es lo que vende . No creo que Galdós esté al nivel de Dickens , ni de Verne , ni Tolstoi , aunque si está entre los 20 ( único español ) mejores escritores del siglo IXX , lo que es mucho dado que ha sido el siglo más prodigo en talentos . Valle Inclán es mi escritor español favorito , afortunadamente la literatura es un arte que medimos subjetivamente sin dejarnos llevar por estadísticas de venta y eso le da una pureza que casi nada tiene . Comparar artistas es bueno , al menos se habla de ellos con admiración .
RépondreSupprimer¿El masón en su rincón?
RépondreSupprimerLa breve vida de nuestros antepasados:
RépondreSupprimerPocos llegaban a los treinta .
La vejez era privilegio de árboles y piedras.
La infancia duraba lo que un lobo es cachorro.
Forzoso se apresuraba para llegar con vida
a la puesta del sol,
a las primeras nieves .