DECÍAMOS ayer que un rincón de la segunda de las fotografías, la de Galdós, habría llamado la atención a más de uno: esa en la que aparecen diferentes fotografías o grabados, presumiblemente retratos de personas queridas y admiradas de Galdós, que sería quien fuese poniéndolas ahí una a una a lo largo de los años.
Antes señalaremos la paradoja que supone el ver los gabinetes de uno y otro escritor. El gabinete despojado de todo ornato, casi monacal, de la primera foto es el de un escritor barroco y de verba florida como Valle, en tanto que el de Galdós, un escritor sencillo y cervantino en sus temas y su estilo, lo encontramos recargado y un tanto asfixiante.
Pero volvamos al rincón de las estampas. Nunca desearíamos tanto que eso que hemos visto tantas veces en las películas fuese posible, y no primores de la cámara. Me refiero a ese recurso en el que se ve un primer plano y en el que por arte de magia y una máquina adecuada los píxeles abstractos se van concretando más y más, y por mucho que el objetivo se acerque a un detalle, la maquinita lo aprisiona y enfoca volviéndolo inteligible, por ejemplo en esa foto de Nueva York hecha desde un satélite en la que la policía a base de ir acercando y centrando el plano llega a leer la matrícula de un coche como leemos tranquilamente el periódico mientras nos limpian las botas.
Así querría saber uno quiénes son esas personas. Que la maquinita se acercara a esos retratos, tac, tac, tac, incluso que los girase para verlos de frente, swuuu, swuuu, tac. Amigos, parientes, colegas, acaso personas a las que Galdós admiraba aunque no las conocía. ¿Contemporáneos suyos, de otros tiempos? Saberlo nos hablaría de la temperatura sentimental de alguien que fue, como es sabido, el escritor que más escribió de todos y más celó su propia intimidad.
Hace años, en la casa museo que se le ha hecho al escritor en Las Palmas, benemérita y fantástica recreación de la casa del escritor, que como decíamos ayer, nunca tuvo en Las Palmas "casa de escritor" (porque se fue de allí cuando aún no lo era y siéndolo no volvió jamás a su ciudad natal), en esa casa está una de las dos fotografías que se conocen de Bécquer. La tienen colgada en un lugar eminente del despacho de Galdós. Los muebles del despacho sí son, en cambio, los de Galdós, no recuerdo si de su casa madrileña o de la santanderina, o una mezcla de las dos. Pregunté si aquella foto de Bécquer había estado alguna vez colgada en el despacho "original" de Galdós, y me dijeron que no. La habían puesto, como en el atrezzo de una obra de teatro, para dar sabor a aquel espacio, para "crear ambiente".
Probablemente sea un pequeño abuso hacer creer a los incautos cosas que no fueron, incluso, como en el caso de Bécquer, aunque se trate de un poeta que Galdós apreciaba. Mañana se verá en la carta inédita que se publicará en este almanaque.
Otra cosa fueron esas fotos y retratos que Galdós fue poniendo en su biblioteca y encima de algunos muebles. Esos no sólo le daban ambiente al salón, sino calor humano, más elocuentes probablemente que sus propias memorias, tal vez el menos memorable de sus maravillosos libros. Y así, nos hemos de conformar, y no es poco, con saber que Galdós necesitaba tener cerca de sí a las personas que amaba y admiraba, incluso cuando ya había perdido casi por completo la visión y no podía verlos, tal y como nos recuerdan esas gafas negras que ha levantado y sostiene en su frente como un soldador, pero sí sentirlos.
Hoy leo en clave de modesto escritor y guardaré esta joya en el cofre especial de los tesoros. Prosas así le demuestran a uno que merece la pena asomarse a los foros. Mi admiración, Andrés.
RépondreSupprimerSi ya el Gran Soldador nos va a fundir del todo, poner en las estanterías a las personas delante de los libros parece justo y necesario. Pero si ni el niño eritreo; ni el fuerte joven somalí; ni nuestro enfermo polaco o parado canario, ni nuestra propia vejez importan ya nada, y en las estanterías de todos los mercados no hay más que libros de la mistérica contabilidad virtual que nos esclaviza, los episodios internacionales sobre los que un hipotético Galdós del siglo XXII pudiera escribir serían de un horror difícil de imaginar ahora, o por universal cierre atómico del negocio secillamente imposibles.
RépondreSupprimerEn octubre de 1.984 Galdós pasó 21 días en Las Palmas de Gran Canaria siendo agasajado con un gran recibimiento cómo escritor reconocido qué ya era, “La Correspondencia de Canarias“ y el alcalde de la ciudad se lo habían pedido a los canarios en un número extraordinario. En esa fecha ya había escrito “Fortunata y Jacinta”, “El amigo Manso”,….
RépondreSupprimerNo viene al caso de los tres buenos artículos, con las finas y preciosas observaciones qué Vd. sabe hacer, sí Galdós volvió o no a su ciudad natal. Ayer un lector le hizo un comentario sobre el tema (Ver “Vida de Galdós” de D. Pedro Ortiz Armengol), pero precisamente como no aporta nada qué mejore los artículos, qué necesidad de seguir insistiendo en qué “(porque se fue de allí cuando aún no lo era y siéndolo no volvió jamás a su ciudad natal)”, parece Vd de su tierra
Un afectuoso saludo: Rafael
Por falta de revisión aparece 1984 en vez de 1894 , con 51 años que tenía Galdós. Rafael
SupprimerEn el fondo, nada monacal el rincón que Valle se procura; en la vida monástica la estética tiene poco peso como valor espiritual, y si lo tiene es de carácter totalmente subsidiario. Si se mira con detalle, el sobrio escenario en que Valle descansa, no parece estar tan en disonancia con su florido verbo (véanse también cojines y cortina) y su rebelde insolencia. La desnudez bien puede permitírsela quien pretende hacer de ella su destino y su coraza. Por otra parte, tampoco extraña demasiado que Galdós se rodee de toda esa estética rococó, ni tal decorado tiene por qué desentonar con su registro literario; su rebeldía puede ser de otro signo, más íntima, y necesita del disimulo.
RépondreSupprimerPero lo esencial es que a la postre, Valle y Galdós podrían ir bien a gusto en el mismo barco..., y todos nosotros también, ¿por qué habría de ser de otro modo?
En principio decir que lo ha bordado , no obstante yo veo más cervantino a Valle que a Galdós pero bueno están muy bien tratados y el acercamiento que producen los post hacia estos genios es de 10 .
RépondreSupprimerLlama la atención en las fotos que no estuvieran de pie y las fotos de los amigos de Galdós eran fotos de jerol . El primer poeta que se hizo sacar una foto de cuerpo entero fue Walt Whitman , que por cierto tenia una figura quijotesca que le hizo no pasar
desapercibido y de la que estaba muy orgulloso.
Saludos