¿CUÁNTO tiempo hace que no oímos hablar de Eta? A poco que zapee en la televisión de su hotel, el viajero que está en Colombia acabará dando con una o varias cadenas en las que se emite algún documental sobre las Farc y la guerrilla que ha dejado allí la escalofriante cifra de doscientos mil muertos y millones de desplazados. Cuando el viajero prosigue su camino y llega a Perú, vendrá a sucederle lo mismo con Sendero Luminoso y sus setenta mil muertos. Las heridas de esas locuras están abiertas y por ello necesitan hablar de ello constantemente, aunque se ve que esa necesidad es mayor para unos que para otros, para las víctimas mayor que para los victimarios, cuya actitud en todos los casos es la de “pasar página”. La guerrilla peruana de Sendero Luminoso está desarticulada y sus jefes en prisión, no así la de las Farc que, como se sabe, lleva un año en conversaciones de paz con el gobierno colombiano, una paz difícil de alcanzar, porque los guerrilleros buscan la exculpación de sus crímenes y el gobierno no ve cómo alcanzarla si no es pidiendo a los organismos de justicia internacional cierta “comprensión” en el modo de entender y aplicar la justicia, recordando el ejemplo de España y Sudáfrica, que sólo alcanzaron su normalización democrática después de amnistiar a tantos a los que podría haberse condenado por haber cometido toda clase de crímenes y desmanes.
Los de Eta, menos numerosos que los de las Farc o los de Sendero, no fueron sin embargo menos crueles, ni el dolor causado ha sido menos profundo. La mayor parte de sus fejes militares y dirigentes políticos también están, como los de Sendero, en la cárcel, y su organización, como la de las Farc, necesita la paz. ¿Habrá una negociación para la desarticulación definitiva de la banda? ¿Se canjearán armas por excarcelaciones? ¿Se permitirá que asesinos convictos desempeñen en el futuro cargos públicos en las instituciones democráticas? ¿Se mostrarán de acuerdo las víctimas, que piden no sólo el cumplimiento de las penas sino el juicio de aquellos otros crímenes que ni siquiera están resueltos? El tiempo va pasando y los terroristas siguen en prisión. Han dejado de asesinar fuera porque eso no mejora su situación dentro de las cárceles, pero cuentan con la comprensión del gobierno vasco, que pide del Estado un cambio en la política carcelaria de los etarras. Si un extranjero viniera hoy a España y zapeara en un televisor no se encontraría, sin embargo, con ningún documental que recuerde la historia tenebrosa de Eta, como los que emiten a todas horas en Colombia o Perú. Ni siquiera con uno en que se hablara de policías torturadores como Billy el Niño, de quien un juez argentino acaba de pedir la extradición y a quien uno recuerda patrullando las calles de Valladolid. Una vez más es el viejo dilema: sin justicia no hay paz, pero la justicia a veces es un obstáculo para la paz. Las víctimas tienen derecho a hablar de justicia, los victimarios, por el contrario, sólo querrán hablar de paz. ¿Qué sucederá? No lo sabemos, pero no se debería olvidar que son las víctimas las únicas que pueden en última instancia conceder el perdón, pero muchas, precisamente porque fueron asesinadas, ya no podrán otorgarlo, y nadie podrá hacerlo en su nombre, lema este, por cierto, de la fundación Wiesenthal.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 20 de octubre de 2013]
Todo está subyugado a la política y la justicia no tiene porque ser justa sino conveniente , ya sabemos lo que pasó en Nuremberg ( Vencedores o vencidos ) y la condena que al final cumplieron los jueces condenados .
RépondreSupprimerEl gobierno vasco está muy presionado , no creo sientan ninguna simpatía por los presos . Si Cataluña logra la independencia los etarras habrán ganado su guerra ( Euskadi será el siguiente ) , ya veremos que justicia hay cuando declare la Generalitat su independencia sin necesidad de votar.
El problema está en la falta de apoyo de políticos e instituciones a las víctimas por razones que ellos sabran. Y la sociedad civil se muestra poco dispuesta a defender a los que se lo merecen, en parte por esa falta de cobertura institucional, lo cual es tambien otro problema.
RépondreSupprimerYa hay un español que quiere
RépondreSupprimervivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Una vez conocida la sentencia de Estrasburgo se pregunta uno si no es atroz que la justicia, máxima aspiración humana, sea objeto del máximo escepticismo y hasta de la cólera. Si a esta interrogación le añadimos la sangre derramada por la trágica crisis la desolación se apodera de nuestros pobres corazoncitos, cuya única esperanza es la aparición redentora de Superman.
RépondreSupprimerLos asesinos españoles más sanguinarios a la calle , nos tienen por los primos del capitalismo ; ¿ Somos el banco pruebas ? Sin duda . El miedo se está convirtiendo en pánico y los dirigentes son tontos ( Dios me libre de los tontos que de los listos ya me libro yo ) .
RépondreSupprimerLo más escandaloso de Eta es que llegó a asesinar casi 1.000 seres humanos mientras la sociedad contemporizaba sin hacer nada radical, nada rotundo. Estoy hablando de algo como ocupar las sedes de HB. No digo ocuparlas militar ni policialmente, sino pacíficamente por el pueblo llano: por los hombres y mujeres hartos de tanta maldad. Estoy hablando de encadenarnos a las casas de los etarras y no soltarnos de allí hasta que renunciasen a la matanza de personas.
RépondreSupprimerY luego está el lenguaje. Qué canallas fuimos. No se decía asesinato, sino atentado. No se les llamaba juntacadáveres, sino banda. No se hablaba de exterminio, sino de lucha armada. Qué gran vergüenza. Deberíamos sentir asco de nosotros mismos cada vez que nos miramos al espejo, pues con nuestra pasividad fuimos cómplices de tanto horror. El verdadero escándalo es que
no nos escandalizase.