25 octobre 2013

El milagro del sol

SE publicaba ayer en la Cuarta de El País este artículo, modesta contribución a los escritos de quienes (desde el Jiménez Losantos de un temprano Lo que queda de España (1979) a Arcadi Espada, Félix Ovejero, Félix de Azúa, Aurelio Arteta, Fransec de Carreras,  Jon Juaristi, Fernando Savater, Manuel Cruz, Jordi Gracia, Javier Cercas, Enric González y otros happy few) llevan años advirtiéndonos del "milagro nacionalista" que ha puesto a personas y haciendas a girar vertiginosamente, llevándolo todo raso.
* * *
El milagro del sol, anunciado por Nuestra Señora de Fátima en varias ocasiones, fue un acontecimiento extraordinario que tuvo lugar el 13 de octubre de 1917 en la campiña de Cova da Iria, cerca de Fátima, Portugal, atestiguado por entre treinta y cuarentaicinco mil testigos, según Avelino Almeida, que escribía para el periódico portugués O’Século, y un máximo de cien mil, estimados por el Dr. Joseph Garrett, profesor de la Universidad de Ciencias Naturales de Coimbra, ambos presentes ese día. Según varias declaraciones de testigos, después de una llovizna, se despejó el cielo y el sol lució como un disco opaco que giraba en el cielo, oscilando en dirección a la tierra trazando un patrón de zig-zag  (…) Atemorizadas, algunas personas que observaban esto creyeron llegado el fin del mundo. Los testigos aseguraron también que el suelo y sus ropas, que habían estado mojados por la lluvia, se habían secado completamente. (…) El fenómeno tampoco estuvo supeditado al tiempo y el espacio, ya que el papa Pío XII vio el milagro del sol treinta y siete años después, en 1950 y desde los jardines del Vaticano, como confirmación del Cielo en un momento decisivo en el cual él iba a proclamar un dogma ex cátedra”.
Con el respeto debido a las personas que creyeron y creen aún en el carácter sobrenatural de aquel fenómeno, hay algo en todo él que recuerda a lo que está sucediendo ahora en Cataluña: millones de personas (de errática cuantificación también) parecen estarse allí viendo girar el sol, un sol catalán desde luego, que amenaza con caer sobre el resto de España, aniquilándola al tiempo que aniquilándose, por aquello que recordaba Sancho Panza: “si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro”.
Como entonces, doctores de reputadas universidades han encontrado bases científicas para acreditar el nacionalismo y  un número indeterminado de intelectuales y artistas han desenterrado también razones emocionales con las que hormigonar al pueblo, así  como una legión de publicistas que difunden unas y otras, resumidas en el hoy célebre “derecho a decidir” como dogma igualmente ex cátedra.
Sobre la legitimidad o ilegitimidad de este derecho ha habido en este periódico sobradas opiniones de personas mucho más cualificadas que uno, de modo que podemos dejarlo de momento a un lado, no sin declarar de paso el pálpito de todos aquellos corazones que sin ser catalanes aseguran tener también el mismo derecho a decidir en ese asunto.
Otra de las similitudes de lo que está ocurriendo con aquel “milagro del sol” la tenemos en lo que se conoce como la espiral de los acontecimientos: estos no sólo avanzan girando sobre sí mismos, sino que se aceleran a medida que se aproximan al centro u ombligo, arrastrando a él y devorando todo cuanto alcanzan a su paso, instituciones, protocolos, constituciones, tratados, ideas, personas, dando lugar a nuevos acontecimientos. Acaso por eso se ha dicho con razón que las aspiraciones que parecían inalcanzables y utópicas hace sólo cuatro años, se han devaluado a mayor velocidad que el marco alemán de entreguerras, y así los mismos nacionalistas que hace cuatro años suspiraban por las cebollas de Egipto de un concierto fiscal o una solución federal para sus aspiraciones de autogobierno, hoy, impulsados por el viento de los ventiladores que ellos mismos han pagado y colocado en su popa, los reputan de despreciables cantos de sirena y los desdeñan.
Así es como se ha llegado,  formando parte de la misma sugestión, a creer que el “derecho a decidir” es ya una independencia “in pectore”, dando por hecho y fuera del orden natural de las cosas que no será aceptado ningún otro resultado que el de la independencia, toda vez que ese derecho sólo podrán ejercerlo los catalanes, a ser posible independentistas  (el recuerdo de los referéndums secesionistas canadienses perdidos o la suspensión de la autonomía del Ulster planea sin embargo sobre la realidad como la corneja que ensombreció al Cid con sus malos agüeros).
Que esa ficción es legítima, en tanto que ficción, no le cabe la menor duda a nadie. Pero resulta extraño, al menos para uno, la poca previsión o el fingir que más allá del derecho a decidir, el pueblo catalán (no vamos a entrar ahora en el peliagudo asunto ese de definir quién o qué es pueblo y quién o qué es catalán) hallará tras el proceso independentista un amanecer radiante (casi falangista, estamos tentados de decir), un sol que habrá dejado de girar iluminando al pueblo elegido como jamás lo había hecho antes en parte alguna.
Sea, concedamos: Cataluña ha decidido ya, como no podía ser de otro modo, su independencia. Donde exista un plan B, que se que se quite el A. Lo ha logrado prodigiosamente al margen de la legalidad constitucional y los tratados de la Unión, que se rendirán como ante milagro, rodilla en tierra. Concedamos también que el resto de los españoles, muchos de los cuales se sentirán expoliados, lo aceptan impávidos y sin resentimiento (y en el mejor de los escenarios posibles: nada de boicot a los productos catalanes, el Barça jugando la liga española y puestos fronterizos, los imprescindibles). Claro que habrá algunos pequeños inconvenientes. ¿En qué gran proceso no los ha habido? El primero, el de la nacionalidad. Algunos nacionalistas hablan ya de conceder doble nacionalidad a quienes no quieran perder la española, pero no se ha dicho nada de aquellos que se resistan a tener la catalana (habrá que persuadirlos) ni de aquellos otros que, viviendo fuera de Cataluña, quieran ser catalanes (con derecho a voto; a estos en cambio convendría persuadirlos de lo contrario, o sea disuadirlos). La moneda:  se le dará un nombre apropiado y significativo y será una moneda fuerte, pese a las reticencias de algunos mercados (habrá que persuadirlos).  La lengua, asunto para entonces casi irrelevante: el catalán será la oficial, y el castellano, en la intimidad. Lo del ejército parece solventado: como Suiza, algo simbólico, tal vez unas docenas de guardias para el Vaticano (después de la canonización de los quinientos mártires de la Cruzada, “en su mayor parte catalanes”, como recordó una de las autoridades catalanas asistentes al acto, las relaciones con el Vaticano son inmejorables). La salida de la Guardia Civil, policía y diferentes funcionarios del Estado del territorio catalán creará una pequeña inflación en el funcionariado catalán, que se corregirá sin duda en poco tiempo. Financiación de la deuda: el carácter pacífico, ejemplar y milagroso del proceso habrá generado una gran confianza en todos los mercados, que acudirán jubilosos en masa, paliando así el grave problema del paro del período preindependentista, ocasionado por el cerrilismo del Estado español y la obstrucción al “derecho a decidir”. Lo mismo puede decirse de las empresas que suspirarán por erradicarse en Cataluña, corrigiendo el mal efecto de las que la abandonaron cobardemente tal y como habían anunciado (no obstante, también persuadirlas). Aunque Dalí legara su Museo al Estado Español y no a la Generalidad, los españoles entenderán que al surrealismo de Dalí fuera de Figueras podría sucederle lo que al vino Albariño más allá del puerto de Manzaneda, de modo que el Estado español se avendrá buenamente a dejarlo donde está, lo mismo que todas sus dependencias, millones de metros cuadrados en zonas privilegiadas de sus ciudades, como delegaciones gubernamentales y cuarteles, que a falta de ejército, se destinarán a Centros Nacionales de Persuasión. Y por supuesto, en ese horizonte las nuevas autoridades catalanas no contemplan ninguna hostilidad comercial, financiera, industrial de su vecina España, que, persuadida del espíritu solidario del los independentistas,  se abstendrá de competir con Cataluña en asuntos que han sido de su exclusividad tradicionalmente (el cava, los telares, la política portuaria del Mediterráneo, los JJOO, la industria editorial en español o la corchotaponera, el cava, etc.). Etcétera. Ni que decir tiene que la espiral de los hechos avanza en paralelo a la espiral de la sugestión colectiva, a más velocidad de aquellos, más se incrementa esta, sin saber, llegados a un punto, cuál de las dos espirales implementa a cuál.
Un día la visión se desvanecerá y muchos se preguntarán: ¿qué vimos?, y otros: ¿estábamos ciegos? Tal vez ese día alguien recuerde que, en efecto, antes de la independencia los catalanes pagaban más (como los madrileños, por cierto) no porque fuesen catalanes, sino porque eran más ricos, y que estos, los ricos, no se sabe cómo sugestionaron a tantas gentes haciéndoles creer durante un tiempo, hasta que llegó la independencia, que antes que pobres eran catalanes. Lo probable es que después de la independencia estos mismos vuelvan a ser lo que siempre fueron: antes que catalanes, pobres.

16 commentaires:

  1. The clear expression of the conflict: referendum or plebiscitary elections.

    RépondreSupprimer
    Réponses
    1. Completamente de acuerdo: de todos los españoles, y lo mismo dará que se les haga la consulta en castellano, catalán o inglés.

      Supprimer
  2. Una coza hay que tené clara, er tema catalán noh va zorprendé

    RépondreSupprimer
  3. En Quebec se han producido dos consultas populares sobre la independencia del territorio francófono de Canadá, las dos las han perdido los nacionalistas, hubo debates sosegados y desapasionados. En Escocia se preveé una consulta para el año 2014 y el gobierno de Cameron pacta los términos con los nacionalistas de Salmond, el debate se establece en términos de cordialidad y con algunas añagazas, todo normal. Por qué en España disparatamos con la posible consulta de Cataluña, si es o puede ser una cuestión de Estado . Los gobiernos central y autonómico deberían estar hablando y discutiendo los términos de la misma y llegando a algún tipo de acuerdo, eso es lo realista.

    RépondreSupprimer
  4. El Vaticano y Cataluña tienen una materia prima común: viven de los milagros. Dios y Mas son los interventores. Pero cuidado con los portentos, que dejan de ser, cuando se hacen realidad. Eso lo sabemos bien el resto de los mortales qué vivimos de milagro.

    RépondreSupprimer
  5. "Lo probable es que después de la independencia estos mismos vuelvan a ser lo que siempre fueron: antes que catalanes, pobres".

    A no ser que sacándole punta al lápiz echen cuentas y utilizando el mismo criterio que nos quieren aplicar decidan prescindir primero de Tarragona y después de Lérida, si con la amputación de los miembros hermanos tocan a más. Creo que la carencia de ideología y la adoración al euro no son, precisamente, motivo de orgullo nacionalista. Pero es muy probable que se estrellen y nos terminen arrastrando al precipicio, tan ciega y sorda está la sensibilidad catalana.

    RépondreSupprimer
  6. Me agrada verte, querido Andrés, entre esos happy few que citas. Creo que el nacionalismo es una de las peores desgracias que puede sufrir una nación, sea o no independiente. Nacionalistas eran Franco, Hitler, Mussolini, igual que ETA, ERC, etc. Me alegra que escritores a los que admiro luchen contra esta lacra que tanto daña la convivencia, y me alegra más que sean de tendencias políticas tan dispares, porque eso quiere decir que todavía hay alguna esperanza para seguir viviendo juntos en paz.

    RépondreSupprimer
  7. Desenconen los ánimos y sean amables personas y naciones; nada bueno puede venir si no. Mases, Rajoyes, Putines, Merkeles, Obamas, y de paso también sus votantes y devotos empleados o críticos furibundos, ¿por qué demonios no leen a los padres, ascetas y místicos de sus iglesias? En el nombre de Cristo “Príncipe de la Paz”, Fray Luis de León cita así a San Crisóstomo:

    «Esta es otra especie de merced que hace Dios a los suyos: que les da paz. “De paz”, dice, “gozan los que aman tu ley, y ninguna cosa les es tropiezo”. Porque ninguna cosa hace así paz, como es el conocimiento de Dios y el poseer la virtud, lo cual destierra del ánimo sus perturbaciones, que son su guerra secreta, y no permite que el hombre traiga bandos consigo. Que a la verdad, el que de esta paz no gozare, dado que en las cosas de fuera tenga gran paz y no sea acometido de ningún enemigo, será sin duda miserable y desventurado sobre todos los hombres. Porque ni los scitas bárbaros, ni los de Tracia, ni los sármatas, o los indios o moros, ni otra gente o nación alguna, por más fiera que sea, pueden hacer guerra tan cruda como es la que hace un malvado pensamiento cuando se lanza en lo secreto del ánimo, o una desordenada codicia, o el amor del dinero sediento, o el deseo entrañable de mayor dignidad, u otra afición cualquiera acerca de aquellas cosas que tocan a esta vida presente.

    »Y la razón pide que sea así, porque aquella guerra es guerra de fuera, mas esta es guerra de dentro de casa. Y vemos en todas las cosas, que el mal que nace de dentro es mucho más grave que no aquello que acomete de fuera. Porque al madero la carcoma que nace dentro de él le consume más, y a la salud y fuerzas del cuerpo, las enfermedades que proceden de lo secreto de él, le son más dañosas que no los males que le advienen de fuera. Y a las ciudades y repúblicas no las destruyen tanto los enemigos de fuera cuanto las asuelan los domésticos y los que son de una misma comunidad y linaje. Y por la misma manera, a nuestra alma lo que la conduce a la muerte no son tanto los artificios e ingenios con que es acometida de fuera, cuanto las pasiones y enfermedades suyas y que nacen en ella.

    » (…) El que es señor de esta paz, no sólo no teme al enemigo bárbaro, mas ni al mismo demonio, antes hace burlar de él y de todo su ejército; vive sosegado y seguro, y alentado más que otro hombre ninguno, como aquel a quien ni la pobreza le aprieta, ni la enfermedad le es grave, ni le turba caso ninguno adverso de los que sin pensar acontecen; porque su alma, como sana y valiente, se vadea fácil y generosamente por todo.

    »Y para que veáis a los ojos que es esto verdad, pongamos que es uno envidioso y que en lo demás no tiene enemigo ninguno: ¿qué le aprovechará no tenerle? Él mismo se hace guerra a sí mismo, él mismo afila contra sí sus pensamientos más penetrables que espada. Oféndese de cuanto bien ve, y llágase a sí con cuantas buenas dichas suceden a otros; a todos los mira como a enemigos, y para con ninguno tiene su ánimo desenconado y amable. ¿Qué provecho, pues, le trae al que es como éste el tener paz por de fuera, pues la guerra grande que trae dentro de sí le hace andar discurriendo furioso y lleno de rabia, y tan acosado de ella, que apetece ser antes traspasado con mil saetas, o padecer antes mil muertes, que ver a alguno de sus iguales, o bien reputado o en otra alguna manera próspero?

    »Demos otro que ame el dinero: cierto es que levantará en su corazón por momentos discordias innumerables y que, acosado de su turbada afición, ni aun respirar no podrá. No es así, no, el que está libre de semejantes pasiones; antes, como quien está en puerto seguro, de espacio y con reposo hinche su pecho de deleites sabios, ajeno de todas las molestias sobredichas.»

    http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/de-los-nombres-de-cristo--2/html/fedb9fc0-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_17_

    RépondreSupprimer
    Réponses
    1. Y Juan de Mairena siguiendo la misma estela de pensamiento libre:

      « (…) Para los tiempos que vienen hay que estar seguros de algo. Porque han de ser tiempos de lucha, y habréis de tomar partido. ¡Ah! ¿Sabéis vosotros lo que eso significa? Por de pronto, renunciar a las razones que pudieran tener vuestros adversarios, lo que os obliga a estar doblemente seguros de las vuestras. Y eso es mucho más difícil de lo que parece. La razón humana no es hija, como algunos creen, de las disputas entre los hombres, sino del diálogo amoroso en que se busca la comunión por el intelecto en verdades, absolutas o relativas, pero que, en el peor caso, son independientes del humor individual. Tomar partido es no sólo renunciar a las razones de vuestros adversarios, sino también a las vuestras; abolir el diálogo, renunciar, en suma, a la razón humana. Si lo miráis despacio, comprenderéis el arduo problema de vuestro porvenir: habéis de retroceder a la barbarie, cargados de razón. Es el trágico y gedeónico destino de nuestra especie. ¿Qué piensa usted, señor Rodríguez?
      –Que, en efecto ‒ habla Rodríguez, continuando el discurso del maestro –, hay que tomar partido, seguir un estandarte, alistarse bajo una bandera, para pelear. La vida es lucha, antes que diálogo amoroso. Y hay que vivir (…)»

      Supprimer
    2. Lluvia de caspa y alientos rancios (y pesados) Muchas generaciones le harán a España para alcanzar la media de nivel político y democrático mínimo exigible. De analistas enterados y pedantes andan bien servidos. Llevan a España en el corazón.
      Carmen

      Supprimer
    3. Desde luego, a la buena amiga "Carmen" sí que "le harán" ("le harán falta", se entiende; que la vehemencia discursiva tiene eso, que se come uno hasta las palabras); le harán falta, digo, bastantes cosas para comprender que, en contra de lo que piensa, las delicadezas verbales no son formas particularmente agudas del argumento, sino manifestación de incapacidad para razonar.

      No sacaré, al contrario que ella, ninguna conclusión desfavorable para Cataluña de sus muy evidentes insuficiencias personales; en todas partes hay de todo, además de que, como ya dijera Sancho, "cada uno es como Dios le hizo, y aun peor muchas veces"; pensemos, por tanto, que Carmen no estaba en uno de sus mejores días.

      Pero esa tendencia a convencerse colectivamente de que los nuestros (sean arios, soviéticos, islámicos o lo que toque) son los más mejores del mundo mundial, todos en bloque y sólo porque lo son, y los contrarios un desastre (que además, gentileza particular de Carmen, se lavan poco y tienen mal aliento), es una triste muestra de que la inteligencia es un bien estrictamente individual, no un carisma que favorezca gratuitamente a las multitudes. Por esta vez al menos, Carmen no ha hecho honor a su precioso nombre, sino que ha desafinado con auténtico empeño.

      Supprimer
  8. No es cuestión de dinero ni de odios , cuando una idea es muy romántica acaba siendo un virus y genera mogollón de seguidores que necesitan entusiasmarse y ser protagonista de un hecho historico , el mayor acontecimiento de su vida . Muchos de los que dicen "no " cara al público votaran a favor de la independencia y lo mismo se puede dar en varias de las comunidades si el coste no es muy alto .

    RépondreSupprimer
  9. No os enteráis.

    El problema no es Artur Más (que sólo va a remolque), ni los colores de una bandera, o el romanticismo.

    El problema es que otra España no es posible.

    RépondreSupprimer
    Réponses
    1. Es muy curioso ver con facilidad lo que la mayoría de intervinientes en el foro no ve ni de lejos. Como dice, y bien, el anónimo anterior, es que no se enteran, Yo añadiría; es que ni lo sospechan. Acérrimos convencidos del nacionalismo que presumen de aborrecerlo.

      Supprimer
  10. si, para divorciarse habra que pedir permiso a la parte contraria Si,despues de cuatro siglos no nos escuchamos y la tercera españa no aparece y hay tantos hijos de falangistas en primera linea

    RépondreSupprimer